Esa cronista de los besos
agricultora de susurros en abdominales descafeinados
resoplando su cintura pasteurizada en labios equilibristas
con su alacraneo de ron fumigando las mandíbulas escarchadas
y esa mirada farmacológica
con sus parpadeos caricaturistas
adelgazando la transpiración
esa espalda guiñando mordidas diplomáticas
en un paredón de naufragios
ese territorio de escotes
mutilado por tinta saliva
y el catalogo de volcamientos
saqueando el aliento
al hotel de cordura donde las camas nunca dormían.
A.E