Un feriado sin más remedio que soñar

La discordia es tan profunda que emula al ángel caído, la miseria cae en tu corazón gestando el arte del dolor, la triste ilustración del mendigo de amor queda colapsado al momento que nadie lo socorre con una moneda de comprensión. La carrera surge por los caminos de la sangre ,donde la batalla campal termina con una mortífera ronda de juego, los dioses molestos juegan con sus concubinas, aburridos por la presencia efímera de personalidades comunes en la tierra, buscan nuevos mundo con los cuales jactarse. En el nuevo hogar hay un piso de roble cuyo añejamiento es tan perfecto, en el reposa un cuerpo sonio oliente, abstraído y vencido, en el centro su cuerpo firme se encuentra ubicada una daga cuya punta es un cristal luminoso, tal acción la ejerció la autoeliminación. Las hadas presencian el hecho mortuorio por la ventana, atenuadas quedan sumergidas en la laguna de dolor, consecuencias de lo sensibles que son, pero mas allá de espasmos emocionales nada ocurre, nada cambia, ese cuerpo inerte entra en los márgenes del olvido, de la inexistencia y del inconciente, su triste despertar es complejo, por un lado un mundo nuevo que explorar, por el otro esos pétalos negros que empiezan a fastidiarlo, en unos instantes se ve rodeado de seres tan asombrados y indefinidos como el, el encuentro es dispar, el lenguaje utilizado por los ocupantes del nuevo mundo son imágenes, símbolos y sonidos totalmente in descodificados, no es posible entenderlo, el ultimo recurso seria una conexión reciproca, mutua a decir verdad todos lo aceptan, un pequeño y deformado niño le coger una mano y lo guía, todos emprenden la marcha en una inmensa serenidad, el firmamento es amorfo, por lo tanto nuestro nuevo ocupante queda con ilusoria ganas de comprenderlo todo. Lo cierto es que el sonido de una típica pelea callejera en la estrecha y pequeña urbe lo termina todo! Era una ensoniacion ¡una quimera ¡y una simple estrofa de un himno que a la parca pertenecía.